jueves, 10 de noviembre de 2016

Atentado suicida



Podría reventar el honorable salón azul y a esos animales
como hizo matta con el óleo que derramó en el exilio
descascarando una pelota de tenis en ácido muriático
y vengar a mi madre desempleada luego de treinta espaldarazos
entrar sigiloso al regimiento Tacna con nitrato de amonio
donde un par de viejos cracks riegan hematofílicos el pasto
y mezclarlo con aluminio en polvo y el carbón 
del asadito que les espera
invadir el congreso en plena sesión bicameral 
un 29 de febrero para convertirlo en deporte olímpico
embetunado de fulminato de mercurio y la colonia de mi abuela
en honor a esa pobre vieja que se deshace en el cenicero
tal vez el peróxido de hidrógeno que uso para blanquear mis pecados
mezclarlo en ácido sulfúrico y unos cuantos clavos de hierro 
crucificando uno por uno a esos acólitos anónimos
y de paso derrumbar ese elefante blanco sin memoria
por qué no 
llegar temprano a la fila de mi banco 
con algunos cartuchos de triperóxido de triacetona 
y hacerlo estallar en filosas esquirlas  
o en comisiones residuales 
como les gusta llamarlo técnicamente
sin embargo
prefiero inmolarme 
en aquella esquina donde el sol parpadea tuerto
y la cuneta jubila palomitas como la plaza de mayo en abril
donde el viento sopló muchas veces mi valentía 
y tan pocas veces tu falda
y soltarte esta granada que tengo como un nudo en la garganta
con la cursilería de un verso a las tres de la tarde
y que la onda expansiva te vuele la boca
unos diez milímetros a cada lado
formando la más linda de tus sonrisas
ciertamente
el amor también puede ser un acto de justicia
aunque no haya sobrevivientes.