sábado, 23 de marzo de 2013

Ángel cotidiano




Te escribí los peores poemas de mi vida
esos que abrían el pecho ceniciento y sin barba
con decirte que intenté enchufar la primavera en abril
mientras se nos caía el pelo a los dos
cesantes e incesantes
bajo bandadas que regaban tu cerúleo nombre
amamantándose de férreas estatuas 
en una capital origámica

la resaca del desamor cumplirá seis años
para que te hagas una idea
es un gran tacho de noches arrugadas
saltando como pochoclo al calor 
de un sueño insómnico
y ya que aprendió a hundir la cuchara 
en una sopa de rencores
sin quemarse la lengua 
sin sangrar
ante cada metralla del sicario cielo
te desnuda frente a ti 
como nívea hoja adornada por lentejuelas de abenuz.

Orugada 
en el lastrero desengaño
llevabas el pelo amarrado en tantos designios
que no se te escapaba ningún resentimiento
acudiste a esa sonrisa fisgona
cercana y fría como la cordillera que nos pisaba
reojeando el único excedente de aquella apuesta
como quien se afirma en una ola 
para ver si el horizonte le sonríe
y yo 
que era un tiro al aire y al desaire
solo cargaba una mochila 
el tubo de oxígeno de mi juventud
y te guiñé el corazón de entrada
           y te aplaudí con los ojos

cada mañana inflaba el sol con tu luz
hasta reventar de estrellas mi ubicua noche
cada tarde ataba mi náufraga voz 
en el puerto solitario de tu memoria
adivinando las constelaciones de tu rostro
moldeando tu cintura como una copla
poniéndole dos de azúcar a esos ojos cafés
cuando seguramente los tienes castaños
sabes que aún 
no aprendo a mirar el amor a los ojos

necesitaba verte
aunque siga siendo un pretérito imperfecto
necesitaba verte
echar raíces en tu futuro
pese a un presente adoquinado por huellas autómatas
que entraras en mi vida como si lo mereciera
repartirme en tus necesidades reales
como las migajas que no nos pagaban 
sin embargo 
solo trabajábamos doce horas denunciando la injusticia
en un periódico independiente 

pero independiente del periódico
y los colmillos del editor misántropo
y la secretaria pobre de derecha
y tu silueta desbocada enhebrando miradas
y que el mundo era una lágrima seca
mientras tanto
nació una complicidad 
un espejo que se dejaba mirar hacia adentro
una conspiración de la rebeldía tierna
una tajada de luna que se perdía en el día
para colgar nuestros sueños consonantes
como tus ganas de cambiar el mundo
y mis ganas de cambiar el tuyo

te fuiste y dejaste tu única riqueza: el recuerdo
me fui también y te dejé mi única riqueza: 
las letras
entonces prendí la licuadora y te hice más poemas 
más bien
puzzles metafóricos que aún intento armar
tragos de cianuro para desvelarse en el infierno
abortados en hojas de vapor raído
mendrugos devorados por la boca del miedo
se podían ver en el museo de mi cuarto
hasta que mamá pintó granate
como la sangre de un poeta muerto.

Te amé los peores días de mi vida
entre barrotes de hilo y aire embalsamado
me fue creciendo esa barba apolillada
que solo logra la incandescencia de la literatura
la niebla de una ciudad fantasma
me tatuaba de oscuridad desde 
el hipocentro del ombligo
mascando libros para no tragar 
ese socialismo de hambrientos
hambrientos de capitalismo

sin cumplir sentencia 
solo se puede escapar a libertades ajenas
la lluvia 
que solo fue temporal
robándome la cadencia de oro
dejándome leproso de cualquier otra piel
me hizo charco de otra tierra
reflejo de otro cielo.

Volví a enamorarme
la cuarta o quinta piedra que tropecé
brotó preciosa
noble e impetuosa
como un cuadro de quinquela en 3D
un racimo de ternura y pasión
que fui desgajando poco a poco
hasta dejarla en los huesos
por eso sigo pagándolo en cuotas crípticas
por eso prometí no hablar más de ella
hacerle un nudo ciego al pasado
pero estoy escribiendo y ahí no prometo nada.

Hoy 
veintitrés de marzo
de dos mil trece
cuando desplumo el calendario
con más piedad que años atrás
abro la invitación de tu matrimonio
con los mismos dedos que tapaban el sol
buscando encontrarte en ese mapita 
que dibujaste para que nadie 
se perdiera tu felicidad
y mirarte
mirar lo linda que estás
atada al hombre que te ama y te merece
con esta sonrisa de foto y no de espejo
y con la misma claridad y nobleza
de aquel barbón semiprofeta
que te dijo alguna vez
“deberías estar con el hombre que más te ama”
y ese 
ya no soy yo.