En su último bufido descargó el veneno
trajo un día añejo como tentáculo de domingo
una añosa desesperanza
como la ola que renace incesante
para besar la fría roca
las estrellas ahí tan tuyas
eran cuchillos que caían y caían
pero lamentablemente no
la luna ahí tan mía
congelaba un cielo que ningún sol ha disputado
que se desata ametrallando
nuestro jardín sin raíces
estaba aquí
abriendo la ventana en un abrazo como me enseñaste
sabiendo que afuera no había testigos de este crimen
mas el piano agonizaba en mi pecho era difícil
que las sombras libaran mi alma pero brillaron
y se me escapó un te quiero doce pisos abajo
estaba aquí mismo
en realidad me arrastré
unos augurios hacia la muerte
como un epitafio de tres puntos finales
en el estómago del árbol inmaduro
mientras hundía el reloj en el florero
para tragar quiragras de alegría
en paleolíticas dosis
confiné el vacío entre ocho paredes
y colgué la foto que nunca nos sacamos
a ver si la locura me liberaba
pero
estoy aquí
aún
y son las siete y no amanece
seguro el invierno espera que me duerma
para tejerme trescientas nubes y cadáveres equipados
entonces me niego y me invento poeta
porque llorón ya me queda chico
y recuperar la belleza en esta oscuridad
sin la oscuridad de tu belleza
para negarte la insaciable chance
de que me destruyas a silencios
regalándote un poema que te duela en las costillas
porque tu corazón no me lo toca nadie
trajo un día añejo como tentáculo de domingo
una añosa desesperanza
como la ola que renace incesante
para besar la fría roca
las estrellas ahí tan tuyas
eran cuchillos que caían y caían
pero lamentablemente no
la luna ahí tan mía
congelaba un cielo que ningún sol ha disputado
que se desata ametrallando
nuestro jardín sin raíces
estaba aquí
abriendo la ventana en un abrazo como me enseñaste
sabiendo que afuera no había testigos de este crimen
mas el piano agonizaba en mi pecho era difícil
que las sombras libaran mi alma pero brillaron
y se me escapó un te quiero doce pisos abajo
estaba aquí mismo
en realidad me arrastré
unos augurios hacia la muerte
como un epitafio de tres puntos finales
en el estómago del árbol inmaduro
mientras hundía el reloj en el florero
para tragar quiragras de alegría
en paleolíticas dosis
confiné el vacío entre ocho paredes
y colgué la foto que nunca nos sacamos
a ver si la locura me liberaba
pero
estoy aquí
aún
y son las siete y no amanece
seguro el invierno espera que me duerma
para tejerme trescientas nubes y cadáveres equipados
entonces me niego y me invento poeta
porque llorón ya me queda chico
y recuperar la belleza en esta oscuridad
sin la oscuridad de tu belleza
para negarte la insaciable chance
de que me destruyas a silencios
regalándote un poema que te duela en las costillas
porque tu corazón no me lo toca nadie